jueves, 12 de julio de 2012

John Carter (y 4)




Lo miaoncs

Cuando un maltrecho Jonh Carter, refugiado de los indios en una cueva de la Virginia colonial, encuentra un medallón con un extraño brillo azul en su interior, todo su mundo cambia. Se despierta de repente en un árido paisaje que, como descubrirá después, pertenece al cuarto planeta de nuestro sistema solar, algo un poco a desmano del suyo, el tercero en la lista. Ese descubrimiento impactante le hará plantearse cómo ha llegado allí y qué puede hacer para volver a su Virginia natal.

Como hemos podido experimentar, llegar a Marte en una nave espacial es algo factible, pero, desde luego, no es algo instantáneo. Tampoco parece posible esconder una nave espacial en un colgante del tamaño de una mano adulta. Sin embargo, la sensación que experimenta John es de un cambio fugaz de localización. No es consciente de una transición o una especie de viaje.

La sensación que nos produce este fenómeno es la de que Carter se ha teletransportado mágicamente a la superficie marciana. ¿Cómo podría hacer esto? Desde luego, no de una forma que podamos explicar con los conocimientos actuales. De hecho, parece poco probable que algo así sea posible.

Las investigaciones de Carter durante la película, junto a la ayuda de una nativa, le llevan a descubrir una realidad sorprendente: que posiblemente no haya viajado toda esa distancia, sino que se ha generado una copia de sí mismo para el planeta rojo (de ahí la denominación de Jonh Carter de Marte), como si fuera el producto de un telegrama interestelar.
Si obviásemos los problemas asociados al teletransporte, aún podríamos preguntarnos de dónde sale el material para la copia y qué máquina invisible es la que recrea el cuerpo y la mente de Carter en el punto de destino.
¿Todo eso con un sólo medallón? Eso y más, como veremos.

Otra sorpresa más acontece cuando nuestro embajador en el planeta rojo descubre la forma de volver a su hogar. Bastante curiosa, por cierto, dicha solución, pues consiste en sujetar el medallón y recitar las palabras mágicas que lo activan. Con la mala pata, además, de que es uno de los enemigos quien finalmente lo manda de vuelta, pero, eso sí, sin el colgante y, por ende, sin forma de regresar con su amante marciana.
El caso es que Carter aparece en el mismo punto de la Tierra del que desapareció, como si fuera una especie de portal entre mundos. Pero algo no cuadra: se halla entre entumecido y congelado, le cuesta volver a poner en movimiento sus extremidades. Y cuando levanta la vista, observa desconsolado como su general, al que dejo moribundo tan sólo un par de días antes, yace en la misma posición, apoyado contra la pared de la cueva, pero sólo quedan de él su esqueleto y sus ropas.

Dado que un cadáver tarda varios meses, como mínimo, en quedarse sólo en los huesos, y que John Carter ha estado en Marte un tiempo insignificante, ¿a qué se debe esa diferencia temporal? Un viaje relativista podría ser una solución, con Carter viajando al a velocidad de la luz, pero entre los dos planetas no hay más que unos pocos minutos a tal velocidad. ¿En que gasta el tiempo restante, que para esas circunstancias sería de más de dos años?

Otro inconveniente de la teoría del transporte es qué es lo que condiciona que se cree, o no, una copia suya en el planeta de destino. ¿Detecta que ya hay un cuerpo como ese en el planeta y entonces sólo envía la conscienia? Parece algo rebuscado.



















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